El pasado viernes asistimos al acto de entrega de los premios del XLII Certamen literario escolar “Jose Luis Hidalgo”.
Nuestras alumnas Irene Peña (2ºESO) y Marina Ruiz (1º ESO) recibieron el segundo y primer premio de su categoría respectivamente.
Aquí podéis leer las obras gracias a las que han resultado premiadas.
¡Enhorabuena a las dos por vuestros relatos!
DESPUÉS DEL ATARDECER – Marina Ruíz
(1er Premio)
Los rayos del sol penetraban en la estancia salpicándola de bellos colores rojizos y anaranjados, produciendo un ambiente cálido y confortable en la sala. Las horas de luz de los cortos días de invierno se acababan, y con ellas el sol también se escondía en el horizonte.
El Sr. Harris se encontraba acomodado en su silla de siempre, ya desgastada de tanto usarla. Sus ojos, fijamente anclados al sol observaban la belleza y suntuosidad de aquella puesta de sol. Los fuertes y característicos colores que brotaban del cielo parecían haber sido extraídos de la paleta de un gran pintor. Todos ellos se mezclaban entre sí creando una escena tan mágica e idílica como real.
El Sr. Harris se sentía tan sosegado contemplando el cielo que no le quedaban fuerzas capaces de resistir aquella tranquilidad, y poco a poco empezó a cabecear débilmente hasta que sus párpados se cerraron, y con ellos, las últimas horas de luz acabaron de acariciarle el rostro antes de fundirse en el horizonte.
-Toc, toc- sonó la puerta.
Pero el Sr. Harris ni se inmutó.
-Toc, toc- sonó la puerta – esta vez con más fuerza-.
– ¿Y ahora qué pasa?- dijo sobresaltado tras despertarse.
– Quién diablos está llamando a estas horas del día, ¿es que uno no puede descansar tranquilo en su casa?- rezongó.
Se levantó bruscamente y caminó hasta la entrada para abrir la puerta.
– Hola- dijo una voz.
El Sr. Harris bajó la mirada y pudo observar a un niño con un paquete sobre sus manos. Tenía el pelo desaliñado, y la nariz repleta de pecas, como si de un cielo estrellado se tratara. Pero su rasgo más característico eran sus ojos, vivos y sinceros, rebosantes de ilusión, aunque también ligeramente salpicados por el cansancio y agotamiento que llevaba encima.
-Soy Samuel, su nuevo vecino desde hoy y esto es para usted, es una caja de dulces y polvorones, espero que le guste tanto como a mi.
-Soy el Sr. Harris- dijo tras haber cogido el paquete.
Y de un fuerte portazo le cerró la puerta.
Pasaban los días y la curiosidad de Samuel hacia su extraño vecino fue creciendo lentamente hasta que tuvo que hacer algo para saciarla . Así que se presentó en la casa del Sr. Harris y llamó a la puerta.
-¿Otra vez tú?- dijo receloso el Sr. Harris.
-Sí, es que estoy ahorrando dinero y pensé que quizás me pagaría algo por limpiar el polvo de su casa, espero no causarle ninguna molestia.
-Mi casa no tiene polvo. Además, te advierto que no soy muy generoso- dijo con un tono ligeramente más abierto. Y es que aunque no lo demostrara él también sentía curiosidad por su joven vecino.
-No importa, puede estar tranquilo, le dejaré la casa reluciente.
El Sr. Harris le dejó pasar y cerró la puerta tras él.
Samuel se disponía a preguntarle algo al Sr. Harris pero este se anticipó.
-Dime, ¿para qué ahorras dinero?
-Oh, para comprarme un libro- dijo sin importancia.
-¿Te gusta leer?
– Me encanta, es algo precioso. Me gusta adentrarme en los libros y conocer historias que me transmitan algo, además me alucinan las palabras. Es fascinante lo mucho que te puede decir una combinación de letras.
-¿Y qué me dices de escribir?
-Eso es todavía mejor porque puedes contar tus propias historias y
transmitirlas de manera única. Me encanta que la escritura te permita relatar lo que piensas y sientes, y si realmente lo haces bien, el lector podrá sentir lo mismo que tú sientes al escribir, y que precisamente escribes para poder compartirlo con otra persona. Aunque yo casi siempre escribo para mí, porque no es que tenga un gran club de fans- dijo riéndose.
-Pues ya tienes a alguien más-dijo el Sr. Harris con una leve sonrisa.
Tras aquel día, el Sr. Harris parecía tener más interés hacia todo, sobre todo hacia Samuel, con el que quedaba regularmente para merendar. Y poco a poco se hicieron más amigos.
Una tarde cualquiera el Sr. Harris se encontraba limpiando en el desván
cuando encontró su antigua máquina de escribir. Pero de pronto empezó a marearse y se le nubló la vista hasta que todo se volvió negro.
Pasaron los segundos, cada uno más largo que el anterior y todo seguía oscuro. ¡Pum!, súbitamente todo se volvió otra vez de luz y color y pudo contemplarse a sí mismo el día de su 12 cumpleaños, hace 70 años. Su tío le llamó y le llevó a una esquina apartada de la muchedumbre para darle su regalo, ¡una máquina de escribir!, ¡con lo que a él le gustaba escribir!
-Se que tienes mucho talento, y todavía más importante, que te llena de placer escribir. Por eso te la regalo, con ella escribí mi primer libro- le dijo su tío.
Y su recuerdo se fundió con la imagen de ambos abrazados.
Entonces, el Sr. Harris pudo ver un rápido recorrido a lo largo de su vida después de haber dejado de creer en su talento tras varios fracasos, y haberse dedicado al negocio familiar. Y tras eso todo se volvió oscuro.
Cuando el Sr. Harris volvió en sí sintió que la puesta de sol se acercaba y
quiso hacerle un último detalle a su querido vecino. Así que le escribió una carta, y al día siguiente se la dejó en la puerta junto con un gran paquete.
“Querido Samuel,
Te regalo mi antigua máquina de escribir con la que escribía de joven, ya
que sentía lo mismo que tú hacia la escritura. Y aunque yo dejé de creer en
mí tras mi fracaso me llena de satisfacción saber que sientes una gran pasión hacia la literatura, y sé que tú no te rendirás tan fácilmente. Espero que escribas bellas palabras con ella, y también fascinantes aventuras como esas que me has leído. Además también te dejo este avioncito de madera, para que recuerdes que nunca has de dejar de volar con los ojos abiertos hacia lo nuevo y desconocido, hacia lo bueno y lo malo, con esa mirada que se adquiere dentro de un avión, sobre todo la primera vez que se vuela y se asoma uno a la ventanilla para ver qué le espera. Sé que serás un muy buen escritor.
Tu amigo, el Sr. Harris”
Y tras leer la carta, Samuel quedó embobado observando la belleza del amanecer.
Llamada hacia la utopía – Irene Peña
(2º premio)
“Chicos, tengo una idea”. Así empezó todo, con una simple frase. Antes de nada, me presento. Soy una chica de 13 años. Vivo en Torrelavega, Cantabria. Y tengo un grupo de amigos genial. Nos conocemos desde que somos muy pequeños y casi desde que tenemos uso de razón estamos muy comprometidos con la lucha frente al cambio climático. Siempre nos gusta hablar y concienciar a nuestros compañeros de clase sobre este tema.
Un día llegamos todos al aula y preguntamos en voz alta a nuestros compañeros: ¿Qué opináis sobre el cambio climático?
-¡Que es una mentira!- contestó Hugo. -¿Y si os decimos que la temperatura media del mundo ha aumentado 1,1 ºC aproximadamente desde la época preindustrial?- replicó Nico. – Y la de España 1,7 ºC.- Añadió Marta – ¡Que nos da igual!- rieron.
En ese momento estallé y dije: ¿Acaso no creéis a los científicos, que son expertos en ese tema?
– ¡¡No!!- Gritó al unísono una buena parte de la clase.
– ¿Y os creeríais a vosotros mismos?- dije con un tono alterado transcurridos unos segundos.
– Pues claro que sí- Contestaron con una mezcla de sorpresa y soberbia.
– Está bien, veremos…- afirmé yo zanjando el tema.
A la tarde siguiente todo el grupo se reunió. Juntos estuvimos pensando cómo convencerlos con una idea incontestable pero divertida e innovadora a la vez.
-Podríamos hacer un kahoot – propuso Jimena.
-¿Y qué preguntas serían las mejores?- dijo Nico
– Por ejemplo las razones del calentamiento global, el aumento de los gases de efecto invernadero, la deforestación, la generación de metano en los vertederos…
-No, les aburriría pronto- respondió Marta rápidamente.
En ese momento se encendió la bombillita encima de mí. Y dije emocionada:
-Chicos, tengo una idea.
– Cuéntanos- contestaron todos.
– ¿Os acordáis que pregunté si se fiarían de ellos mismos? ¿Y si creamos un sistema que pueda hablar con tu yo de dentro de unos cuantos años?-continué.
A todos les encantó la idea, y nos pusimos manos a la obra. Nos reunimos bastantes tardes para hacer una lluvia de ideas y valorar opciones de trabajo. Investigamos durante muchas semanas: leímos muchos libros, artículos científicos, las últimas tendencias en las redes sociales de los centros de investigación…
No sabíamos muy bien cómo hacerlo hasta que… Tuvimos la suerte de poder contactar con Mike, un científico norteamericano que justamente estaba investigando sobre esta materia y necesitaba poner en marcha un proyecto piloto. Le encantó nuestra idea y se ofreció a utilizar su tecnología para ayudarnos.
Seguimos trabajando duro bajo las indicaciones de Mike y conseguimos configurar una app basada en inteligencia artificial y cálculos matemáticos complejos con la que se puede hablar con tu yo del futuro dentro de 55 años.
La app funcionaba de una manera muy sencilla. Nada más abrirla tenías que registrarte con todos tus datos personales. Por último tenías que sacarte una foto del rostro completo. Cuando ya habías terminado te encontraba y podías llamar.
Así que me registré yo y pulsé el botón… Apareció una señora con un cierto parecido a mí. Se me hacía muy extraño porque nunca me había visto así. Tras unos instantes mirándonos la una a la otra entablamos una conversación:
-Supongo que tendrás muchas preguntas- Dijo mi otro yo con una sonrisa.
-Sí, imagino que sepas sobre qué- Contesté con una risa nerviosa.
-¿Cómo está el mundo? ¿Hace más calor?, ¿Los políticos y la población han actuado?, ¿Cuántas especies se han extinguido?- Proseguí ya más tranquila.
– Calma, ahora te lo explicaré- Contestó mi otro yo con espíritu pensativo.
Y así estuvimos hablando intensamente durante aproximadamente 50 minutos, menos de los que me gustaría, porque se me pasó el tiempo volando. Pero al menos ya sabía que nuestra aplicación funcionaba perfectamente y se la podríamos mostrar a nuestros compañeros de clase.
Elegimos un buen momento para presentarla, justo cuando teníamos una hora libre. Estábamos impacientes por ver cómo reaccionaban al verse.
Cuando estaban todos impacientes para que empezáramos a hablar, tras unos segundos de silencio, anuncié:
-Aquí lo tenemos.
Todos se miraban con cara extraña al no tener nada en las manos.
-Necesitamos que todos saquéis vuestros móviles y os instaléis la app “UP-Utopía Posible”.
-Vale, ¿y?- Dijeron todos expectantes.
-Ahora necesitamos que todos os registréis- Indicamos.
A los pocos minutos ya estaban todos con la app configurada, listos para hablar consigo mismos, sin ellos saberlo. Los invitamos a pulsar el botón de llamada dentro de la app.
Deberíais haber visto sus caras al reconocerse. Todos estaban desconcertados.
-¿Quién es el que está al otro lado de la pantalla?- Preguntaron algunos.
-Vosotros- Respondió Marta.
-Comentásteis el otro día que solo creeríais la catástrofe del cambio climático si vosotros mismos lo comprobábais, así que… ¡Hacedles las preguntas que queráis!- Seguí yo.
Todos pudieron ver lo que les decían: que la temperatura del planeta se incrementó más de 4 grados, que el nivel del mar se había elevado bastante, que habían desaparecido los glaciares del planeta, que había un montón de inundaciones, tormentas, sequías, incendios… Además muchas especies animales y vegetales se habían extinguido… Y los seres humanos sufrían grandes problemas de salud por el aumento de temperaturas y la expansión de enfermedades. También nos explicaron que teníamos que actuar lo antes posible para que no llegásemos a ese punto.
Desde ese momento toda la clase nos pusimos manos a la obra. No solo intentamos llevar un estilo de vida personal que evitase la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. También creamos perfiles en redes sociales para concienciar sobre el tema, tratando de convencer cada día a más y más personas. Sobre todo a los gobernantes, para que se tomen en serio la situación.
Después de un año de trabajo intenso decidimos volver a llamar a través de nuestra APP UP. Salí al otro lado de la pantalla:
-¿Y finalmente lo conseguimos?- Pregunté a mi yo del futuro.